jueves, 3 de mayo de 2012

LA MUJER DE LA SONRISA DE FUEGO

La luna comenzaba a asomarse en el panorama de la ciudad B., dando el punto de partida para otro acto de la danza de luces que cada noche nos brindan carros, luminarias y edificios. En este mismo momento el famoso detective de la ciudad, el Lobo, recorre el bullicioso bulevar H, lugar que el mismo denomina como mágico y capaz de presentar a los más asombrosos y fantásticos personajes en el mundo conocido.

Entre la suciedad, la tenue luz de las pocas luminarias que quedan en pie y el murmullo de las personas jugando, gritando y bebiendo, se creaba una música perfecta para acentuar un espacio con un glorioso pasado y un incierto futuro. Las personas que allí se encontraban eran como sombras detenidas en el tiempo, vistiendo las mismas ropas y discutiendo los mismos temas que eran actuales en el momento que llegaron a la mesa donde se encuentran, como si el pesado letargo del tiempo solo fuera evidente para aquellos que ven sus largas cabelleras plateadas. Aparte de estos seres, muchos otros venían a este sector en búsqueda de una bebida que borrara sus preocupaciones, sumergirse en sus fantasías con la ayuda de extravagantes plantas traídas de tierras lejanas o intentar consolar su soledad en el cálido roce de una mujer marcada con una rosa en sus vestiduras. 

De un momento a otro algo rompió el panorama, una hermosa joven de tez blanca y pelo rojizo emergió de un callejón cualquiera, vestía un fino vestido negro, unos tacones del mismo color y tenía un particular broche azul metálico, pero parecía como si nadie aparte del sorprendido investigador la notase. Sin ninguna prisa o aparente rumbo fijo, la joven comenzó a recorrer el bulevar H. pasando de un andén a otro, sola o con un pequeño cumulo, mirando todo lo que pasaba en la calle sin presentar interés particular por todas las cosas que allí ocurrían.

La mente del detective estaba convulsionada, ya que no comprendía como una mujer como ella había llegando a un lugar así. No encajaba con el perfil de los jóvenes que venían en búsqueda de liberar su libido, tampoco parecía pérdida y su aire sobrio, casi como salida de una película de los cincuentas, hacia poco probable que viviese allí. 

-¿Quién eres? - se dijo a si mismo el Lobo, mientras sus manos buscaban en sus bolsillos un cigarro y sus pies comenzaban a caminar detrás de esta incógnita encarnada. 

Este hombre, famoso por sus ojos grises y su gabardina negra, agilizó el paso hasta llegar a la esquina donde queda la Casa de la Bruma, famoso lugar administrado por un personaje pequeño, con los ojos rasgados y ropas con colores vivos, desde donde podía ver a la joven quien se detuvo a admirar a una pareja que bailaba un tango oxidado que solo sonaba en su cabeza.
-¿Vienes en búsqueda de algo? ¿Solo observas?- pensó el Lobo- ¿Qué idea tienes en la cabeza que logra poner tu cara en una perfecta pausa?

Con el último movimiento de la pareja la joven se movió abruptamente hacia la calle 3, la cual llevaba a la Plaza de la Libertad, donde los filósofos se reunían a discutir utopías que ellos mismos tumban al piso. Con el rampante grito de los discursos que prometían paz, riquezas, igualdad o la revolución total, la mujer emergió de la calle 3 solo para meterse por otra vía, esquivando a todas las personas que ahí estaban. 

Este juego del gato y el ratón siguió por un par de horas, la mujer se movía a diferentes velocidades y pasaba por calles aparentemente cerradas que ni siquiera el más famoso detective de la ciudad B. conocía, recorriendo así casi en su totalidad el distrito bohemio.
De pronto la persecución terminó en momento que se acercaron al puerto, la joven se acercó lo más que pudo al borde del canal. Allí parada, agarrando la cadena que la separaba del agua, parecía una estatua, con una majestuosidad tal que la estatua del Partenón parecía poca cosa.

El Lobo no entendía lo que pasaba a su alrededor debido que todo el ruido parecía desaparecer, la velocidad del tiempo se detenía y todas las personas parecían perder toda materia, casi como si el vaivén del agua fuera llevándose de a poco el lugar y reclamándolo como suyo. Mientras tanto, la última bocanada de humo iba desapareciendo, se percató que no podía ni moverse ni hablar, incluso sus ideas se borraban antes de poder concretizarlas.

La piel de la mujer parecía más blanca, casi combinaba con el tono de la luna, y su hermoso pelo rojizo hondeaba gracias a la brisa, y como si siempre hubiese sabido que alguien la perseguía miro hacia atrás, con una mirada vidriosa, que hacia pensar en un llanto estancado, y comenzó a examinar al detective. En el rostro de la joven, hasta ahora en todo el recorrido sin expresión, algo comenzó a cambiar, una de sus manos recogió el pelo de su rostro, haciendo que su mirada se viera más imponente y permitiendo que la luz de luna revelara todos los detalles de su cara, lo impresionante de la situación vino a continuación cuando se dibujo una sonrisa en su cara; esta no era una típica sonrisa, ya que pareciera que el movimiento de sus labios se hubiese replicado por todo su cuerpo, dando como resultado un gesto que haría que varios reyes cayeran en desgracia.

Esta sonrisa no era en absoluto normal, el investigador comenzó a sentir un calor muy particular, que llegaba a cada extremidad de su cuerpo, era casi como si lo quemaran de una forma placentera, porque la sensación de ese calor lo iba liberando, nuevas ideas llegaban a su mente y muchas de las ideas que tenia sobre la maldad de este mundo pasaban a segundo plano. 

-Si esta energía pudiese verse seguro tendría el impactante color encendido de su cabellera- se dijo mientras el calor llegaba hasta el ultimo átomo de su ser.

El gesto solo duro unos segundos, pero comunico un estado de éxtasis fuera de lo.
Impactado por el acto tan sutil y bello, el hombre se percató de otra cosa, no solo estaba recuperando el control sobre si mismo pero el tiempo estaba volviendo a su curso normal, por desgracia para el, el tiempo estaba intentando emparejarse y todo sucedía más rápido, haciendo que en un simple parpadeo la joven desapareciera.

Completamente recuperado y observando su reloj comenzó a meditar sobre todo lo que había sucedido en esa extraña noche.

                -¿Acaso todo fue un simple sueño? ¿Mis ojos me habrán jugado un mal truco y todo esto queda solo en mi imaginación?- decía esto mientras buscaba en su bolsillo otro cigarro que le ayudara a recomponerse- Es poco probable que una ninfa se haya mudado a la ciudad…

Con esa última palabra comenzaron a caer gotas, lo cual lo obligó a buscar refugio en el único cafetín que había cerca. El lugar tenía una atmosfera densa, la poca luz provenía de la barra y de las pocas mesas donde sus ocupantes seguían despiertos.

Mientras hacia un paneo del cafetín un detalle de color azul metálico en un cuadro llamo su atención. La cara del más famoso detective de la ciudad cambió en un segundo, haciendo que con su asombro su cigarro callera al piso, mientras corría entre las mesas para ver de cerca esa pintura.

Al estar parado al frente reconoció más que el broche, sus ojos miraban el fino vestido negro, los tacones del mismo color y la cabellera rojiza.

El hombre que estaba sentado en la mesa al lado del cuadro se echó a reír y grito 

–Así que tú también la has visto, me imagino que la seguiste por todo este distrito- el hombre tomo un sobro de licor que tenía en un vaso frente suyo y siguió- Ella no es un sueño, varios de nosotros hemos  tenido tu misma noche…

El Lobo impactado tomó una silla y se sentó al lado del hombre, quien era un viejo taura, con un parche en un ojo y un curioso tatuaje de un cuervo en su mano izquierda, el cual todavía con una expresión de mofa observaba la silueta negra que generaba la gabardina. 

-Ella simplemente es, no te rompas la cabeza pensando… Es una niña es un mujer, es tu amiga y tu enemiga, es el dulce y es lo agrio- Dijo el viejo- Ella tiene una presencia que no todo el mundo puede entender, por eso es como invisible para muchos, aunque en realidad es posible que sea así porque ella así lo quiere.
-¿Ella? ¿Acaso no tiene un nombre?- pregunto el Lobo
-Claro que tiene nombre, cada uno de nosotros que le ha visto le ha puesto alguno, para algunos es María, para otros Alicia, para mi simplemente es. Sabemos que tiene historia, digna de ser cantada de boca en boca, porque su dolor no es ajeno a ninguno de nosotros pero, por su misma naturaleza esquiva es mejor dejarlo así.

El detective impactado por lo que el viejo le estaba narrando comenzó a recordar la aventura que acababa de tener, recordando cada giro y cada salto abrupto de un grupo de personas al otro.

En medio de su reflexión el viejo lo interrumpió:
-Si, nada era ensayado pero nada era natural.
-¿Porqué dice que nada era natural?
-Jaa! Cuanto te falta por aprender, ella se está buscando, intentando recobrar eso que perdió y ni ella recuerda que es- El viejo tomo otro trago y continuó- Ella nunca planea su ruta, sigue siempre sus instintos cuando siente que está cerca, sin embargo no es capaz de arriesgarse a salir de este distrito para encontrar algo que seguramente está en otro lado.
-¿Alguien ha podido hablar con ella?
-Así lo lograses decirle algo, o incluso entablar una conversación, ¿como aspiras sacar algo de una persona que solo revela una parte de lo que es y que está decidida a encontrar lo que busca por ella misma?
Encogiéndose en su gabardina por un segundo pensó, pero el viejo lo miró y dijo.
-El pensar mucho en esta situación es perjudicial, en especial si piensas en su sonrisa, te lo digo de antemano, esa sensación no la vas a encontrar nunca más
-Ese fuego… No puedo explicarlo, pero la sonrisa de esa mujer logró reconfortarme, no tenía nada particular pero me llenó de una sensación cálida.
- Lo se, esa es su verdadera sonrisa, un arma letal diría  yo –El viejo se tomó la cara, como si estuviese recordándola y su cuerpo reaccionara ante la mera idea- Sus ojos están quietos, ya que siguen buscando y no han podido estar en paz, pero con la sonrisa te agradece por estar ahí con ella.
-Entonces no me equivoqué, ella siempre supo que la seguía…
-Si, ella es como una niña pequeña, quiere andar por el mundo libre descubriendo, buscando lo que quiere, pero le gusta saber que alguien está ahí por si cae.
-Entiendo –Esta frase salió de sus labios pero el detective no estaba seguro de poder comprenderlo el todo.
-Tranquilo muchacho, todos hemos estado en ese punto… Simplemente alégrate de saber que en un mundo de tiburones e ilusiones presenciaste un hecho poco común; una sonrisa honesta.
Con esta ultima frase el viejo apago la vela que estaba al frente suyo, el Lobo se paró y salió del cafetín, y se quedó observando hacia el borde del canal, esperando encontrar alguna señal de la joven, pero lo único que vio fue el reflejo del sol en el rio.

Con un tono algo sarcástico recordó una película que había visto hace poco tiempo, y expreso las mismas palabras con las cuales termina ese film:

-Hoy tuve una experiencia, espero entenderla en un par de días...